Dia 9: "Navidad"
- davidoq
- 18 sept 2016
- 3 Min. de lectura

Que rápido te acostumbraste a su cuerpo, a despertarte a su lado. Te quedabas mirándolo largo tiempo, recorriendo todo su ser, centímetro a centímetro, palmo a palmo. Podrías haber dibujado un mapa de su cuerpo, cada peca, cada lunar, cada cicatriz... Te fascinaban sus cicatrices. No hacías más que preguntarle cual era su historia. Adorabas que te contase sus batallitas. Él se hacía el dormido mientras tú seguías recorriéndolo. Le gustaban esos momentos en los que los dos estabais despiertos pero nadie decía nada. Podíais pasar así horas. Daba igual que te estuvieses meando o se te estuviese durmiendo todo el cuerpo, hubieses aguantado lo que fuese por no moverte de su lado. Jurarías que a él le pasaba lo mismo. Era horrible tener que mentir diciendo que no tenias hambre, sobre todo cuando te rugían las tripas, tanto que no podía seguir haciéndose el dormido. Era imposible no despertarse con semejante ruido. "Buenos días" te decía. "Parece que tienes hambre. ¿Desayunamos?" Le respondías que preferías seguir así un rato más, que no tenías tantas ganas de comer. Que gran mentira, hubieses corrido a la cocina en ese instante. Te ataba esa cama, te ataba él. Sobre todo te ataba él.
"Estas temblando. ¿Te encuentras bien?" Tenías algo de frío. El invierno se había adelantado. "Creo que podemos solucionar eso". Decía mientras te rodeaba con sus brazos. Él también estaba helado. Ibais a tener que hacer un gran esfuerzo por entrar en calor. Se quitó los calcetines. Decía que le agobiaban. Así tendría más frío pensaste. Los lanzo lejos y volvió a acurrucarse a tu lado. Parecía algo inquieto, más de lo habitual. "Ayudarme". Cogió tu mano. Tus dos manos, y las guió hacia su ropa interior. Los calcetines no eran lo único que le agobiaba. "Ayudarme a quitármelos". Te temblaban las manos pero obedeciste. Lo sentiste en tus manos. Podías notar como iba creciendo poco a poco. No acertabas a bajárselos. Estabas nervioso. Lo seguiste intentando. Por fin se los dabas bajado. Te dispusiste a quitárselos, pero no dejó que tus manos abandonasen su nuevo cometido. "Ya me los acabo de quitar yo... Agárralo con las dos manos". Lo miraste, obedeciste. Estaba depilado. ¿Cuando se había depilado? Te gustaba. Sobre todo porque lo había hecho por ti. "Tienes las manos heladas". Lo soltaste. "Tranquilo, no pares". Seguiste. Quisiste quitarte tu también los calzoncillos. Te sentías atrapado en ellos. "Ya te ayudo yo. Tú sigue". Te apartaste. Dijiste que ya lo hacías tú. "No tengas miedo por correrte. No pasa nada. Si te corres volvemos a intentarlo y listo". Paraste, le dejaste que te los quitase. Te toco, le tocaste. Sentíais como fuego dentro de ti. Te beso. Te beso en la boca. Te beso en el cuello. Te beso en... todas partes. Seguía bajando. Te asustaba correrte en su cara. Vaya final ese pensaste. A él no parecía importarle. Es más, parecía estarlo buscando. Notaste su lengua, su saliva, su deseo. Iba a hacer que te corrieses, ya lo notabas. "Si te vas a correr avisa". No dijiste nada, no querías que parase. Te agarraste a las sabanas, intentaste aguantarte, intentaste que no pasase. ¡Dios, te ibas a correr en toda su cara! ¡Dí algo! No dijiste nada. Te ibas a correr. No te salían las palabras. Intentaste aguantarte. ¡Joder, no podías más!
Ibas a correrte en su boca.
Ibas a hacerte Navidad en su cara.
¡Dioooooooos!
Comments