Tres momentos estelares (3): "1945"

Supimos que el mundo no sería el mismo. Unas pocas personas rieron, unas pocas lloraron, muchas estuvieron en silencio. Recuerdo la línea de la escritura Hindú, el Bhagavad-Gita. Vishnu está tratando de persuadir al Príncipe para que haga su deber y para impresionarlo toma su forma con múltiples brazos y dice, “Ahora, me he convertido en la muerte, destructora de mundos.” Supongo que todos pensamos eso, de una u otra forma”.

Robert Openheimer, Tras la prueba de la bomba atómica en Alamogordo, Trinity

Recuerden las 5:29:45 del 16 de julio de 1945, en ese mismo segundo declaramos la guerra a la humanidad, al futuro y a la propia vida. Por aquel entonces, los científicos tan altamente ocupados en saber si podían o no construir la bomba atómica, ni siquiera se plantearon si era lo correcto. Citando a Richard Feynman, "A cada ser humano al nacer se le da la llave del cielo, esa misma llave abre también las puertas del infierno". Estoy totalmente de acuerdo con él, un invento no es bueno ni malo, todo depende del uso que se le de a ese invento. Tristemente la bomba atómica fue empleada como una herramienta de miedo, y lo que es peor aún, una herramienta de muerte.

Durante la Segunda Guerra Mundial se violaron muchas de las cláusulas del Tratado de Ginebra, bombardeándose numerosas veces a la población civil, a pesar de todo ello, lo que se hizo el 6 y el 9 de agosto del 1945 no tuvo excusa, da igual quien empezara o quien hiciese más daño. Esta demostración de muerte cambiaría el mundo para siempre, sumiéndolo en unas tinieblas de las que aún hoy en día no nos hemos recuperado.

La Guerra Fría no fue una guerra al uso, jamás hubo enfrentamiento, a pesar de tentativas como la de Cuba, eso también fue en parte por la consecuencia final de una guerra nuclear, la destrucción mutua asegurada. Volvemos a hablar del miedo, siempre el miedo, miedo a quién dará el primer paso, miedo al holocausto nuclear... ya no era solamente miedo a la muerte, también miedo a sobrevivir en un mundo en el que no quedase nada, ni humanidad ni vida.