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"Teléfono rojo. El mejor final"

  • davidoq
  • 28 sept 2016
  • 2 Min. de lectura

Teléfono rojo (Stanley Kubrick, 1964) es una de esas películas que desde un principio no entiendes como han llegado a esa traducción: Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (Dr. Strangelove, o como aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba), creo que quedaba más que claro de que iba, pero mágicamente, el traductor de la época dijo que "¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú" y así se quedo. ¡Que grande!


Dejando a un lado temas de traducción, Teléfono rojo es una de las grandes obras maestras de Kubrick, la cual, tan solo dos años después de la Crisis de los Misiles de Cuba, se atrevió a tratar el tema de la Guerra Fría de una forma satírica, mordaz y con grandes dosis de humor. Pero a Kubrick no le importaba que la situación estuviese candente, tanto mejor. Lo quisiera o no el mundo iba a ser testigo de su obra, y cuando Kubrick se proponía hacer algo nadie se le cruzaba por medio.


De temática muy similar a Punto límite (Fail-Safe, Sidney Lumen, 1964) del mismo año, hubo cierta controversia entre ambas, llegando a posponerse el estreno de esta en favor de la de Kubrick. Muchos acusan que el éxito de una y el fracaso de la otra, se deben precisamente a esto, a que en apenas unos meses se estrenaron dos películas de temáticas muy similares, y que si hubiesen intercambiado estrenos, sería Punto límite, la que todos recordaríamos hoy en día. Mi opinión difiere un poco, si bien las dos son muy buenas películas, la de Kubrick transgrede fronteras, mientras que la otra, aunque correcta, no muestra nada nuevo.


De lo mejor ver a Peter Sellers interpretando a tres de los protagonistas, incluido el que da nombre a la película Dr. Strangelove (mi favorito), teniendo en ocasiones delirantes conversaciones consigo mismo. Tanto él como George C. Scott están enormes en sus papeles, contribuyendo en gran medida al resultado final de la obra. En mi opinión a ambos se los ve muy cómodos en sus respectivos papeles, llegando a dar en ocasiones, autenticas lecciones maestras de interpretación.


Recuerdo haber visto una entrevista ya de hace muchos años, en la que Ayn Rand mencionaba una frase que ella recordaba de su juventud: "Yo no moriré, es el mundo el que se acabará". Nunca una película ha tenido un sentido tan literal, tan duro y tan amargo de esta cita. En el viaje por la aceptación del fin del mundo, esta película te lleva por una sucesión de grandes momentos, mi favorito, desde luego, el maravilloso final, no me canso nunca de sorprenderme cuando llega el "Señor presidente, tengo un plan", y acto seguido el "¡Mein führer!... ¡Puedo andar!" Y con esa reverencia al fascismo se desata el fin del mundo. La entrevista continuaba: "No seremos cadáveres y tumbas, no estaremos aquí cuando esta vida se acabe. Ya no estaremos aquí...se acabo."


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A NEW WORLD,

A NEW BEGINING

#1 

Porque he olvidado y me han olvidado

 

#2

Porque he sufrido y me han hecho sufrir

#3

Porque ya no cuento ni me han hecho contar

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