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"Conversaciones en una sala de estar"

  • davidoq
  • 23 oct 2016
  • 4 Min. de lectura

-¿Llueve o estoy soñando?

-Las dos cosas tal vez. – Dijeron ambos a una sola voz. Siempre me había gustado cuando dos personajes en una película decían lo mismo al mismo tiempo. Puede que sonase irreal para muchos, pero para mi era tremendamente poético. Jules et Jim. Truffaut. La nouvelle vague. Desde luego había cierta poesía encerrada entre sus imágenes. Era como una declaración de amor al cine, a la vida, al mundo…



-Divagas cariño. Te pierdes entre comentarios en vez de disfrutar de la obra.

-No puedo remediarlo.

-No ves que aburres a nuestras visitas.

-Tómeselo con un poco de sentido del humor mujer.

-Nunca he tenido sentido del humor. Hay personas que lo tienen y otras que no. Yo tristemente nunca lo he tenido.

-En eso tiene razón. Una mujer como ella siempre procura reírse tan solo cuando la situación lo requiere.

-Absolutamente, y no me avergüenzo de ello. Se como debe comportarse una mujer.

-¿Habla usted francés?

-Con un acento detestable por supuesto.

-Siempre me han gustado los hombres que saben hablar francés. Le pediría que me dijese algo, pero lo encontrara sumamente inapropiado.

- Douce fierté des coeurs, grâce noble des choses,

Qui brillent dans les yeux, les velours et les bois ;

Beau langage élevé du maintien et des poses

Héréditaire orgueil des femmes et des rois !

-Precioso, realmente precioso. ¿Qué significa?

-Tonterías querida. Siempre dice tonterías. Se cree que con esa palabrería es capaz de embaucar a las jovencitas.

-Desde luego nada ha cambiado. Siguen siendo los mismos de siempre. Por un momento pensé que todo habría sido diferente. He de reconocer que me había precipitado.

-¿Conocen a esa mujer que vivía en el quinto derecha? Me la he encontrado esta noche saliendo de la lencería.

-Tonterías. Es demasiado mayor.

-Lo digo en serio querida. Yo pensé lo mismo.

-Pero si debe tener como setenta años. ¿Le dijo algo?

-Pase de largo como quien no la había reconocido.

-Se comporta usted como una autentica dama. Mi mujer la hubiese parado y le hubiese sacado hasta el más mínimo detalle.

-Siempre he creído que este era un gran vino. ¿Francés?

-Italiano. ¿Entiende usted de vinos?

-En absoluto. Y detesto a quienes pueden hablar horas y horas sobre ellos. Solo se de ellos que se beben y que algunos saben mejor que otros.

-La entiendo querida. Yo siempre dejo a mi marido que escoja esas cosas.

-Parece usted ruborizarse. No me dirá que aun sigue enamorada de Marco.

-Como puede decir eso. Sabe usted muy bien que eso no es así. No haga caso.

-Es un alago, no se preocupe. Siempre me ha gustado que una muchacha bonita se sonroje a mi paso.

-No ve que es demasiado joven.

-Es posible pero quizás ha tenido ya más pretendientes de los que hayamos tenido cualquiera de nosotros en esta sala.

-Eso no lo niego. Siempre ha sido una muchacha muy dichosa.

-No se sienta avergonzada.

-Como no hacerlo si no paran de hablar de mi.

-Cambiemos de tema. Querido recita alguno de esos poemas franceses que tanto te gustan.

-No hará falta. Con que dejen de hablar del mi me habré dado por satisfecha.

-¿Conocen la historias de esa nueva teoría?

-¿De que teoría habla?

-La de ese alemán de pelos de loco. Pues resulta que ha demostrado que el espacio es curvo y que no hay nada más veloz que la velocidad de la luz.

-¿Deduce usted algo de todo eso?

-En absoluto. Pero me pareció realmente poético. Decidí memorizarlo para poder recitárselo a ustedes esta noche.

-Desde luego es una bonita historia, una historia muy bonita.

-¿Por qué lo dice?

-Imagínese, si no existe nada más rápido que la velocidad de la luz, las consecuencias serían asombrosas.

-¿De que consecuencias habla?

-Creo que no podría explicarlo con palabras. Me creerían estúpida.

-Inténtelo mujer. Nadie se burlará de usted. Esta entre amigos.

-Pues verán. Todo lo que conocemos, todo lo que observamos… Todo, absolutamente todo, es más lento que la velocidad de la luz. Por mucho que yo le quiera a usted mi amor nunca será más veloz que la velocidad de la luz. Y eso me hace sentirlo muy lejos cuando no esta, porque aun tardaría un largo instante en recorrer el camino que nos separa.

-¿Porque llora querida?

-Ha sido muy bonito lo que ha dicho.

-No se perturbe por estas cosas. Creo que se refieren a la física. Con las cosas del corazón los científicos todavía no saben muy bien a que atenerse.

-Desde luego querida. No desperdicie esas lagrimas con temas tan nimios. No ve que una chica tan guapa como usted no debería estar llorando.

-Señores. Señoras. Señorita. Creo que va siendo hora de que me vaya.

-Me gustaría hablarle antes de que se marcharse. A solas.


(…)


-Me quiere. No me quiere. Me odia. No quiere volver a verme más.

-¿Por qué me dice eso ahora?

-Porque lo amo. Porque me hace una desdichada al no decirme lo que siente.

-No era mi intención hacerla sufrir. Le ruego me perdone. Intente ser franco con usted la otra noche pero no me sentía con fuerzas.

-Mire por la ventana. Esta lloviendo. No sería mejor que se quedase.

-Es mejor dejarlo así. Mañana me iré y no creo que vuelva ya. Lo mejor será despedirse ahora y no hacer más larga la agonía.

-¿Todo ha terminado entonces?

-Perdóname si lo que le digo no es verdad. Perdóname si le digo que no creo que me ame, que no creo que me hayas amado nunca. Lo mejor es que deje de pensar en usted para que usted deje de pensar en mi.

-Un raro consuelo me invade. Saber ahora que nunca me ha amado me da fuerzas.

-Es usted muy joven, y yo casi un viejo. Debería buscarse un muchacho de su edad.

-No hable. Sus palabras me insultan. Por favor váyase si eso es lo que desea hacer. Solo le pido un beso. Un único beso y dejaré que me abandone.

-Tan solo uno y me iré. Uno nada más.

 
 
 

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