"Un hombre muerto .1"
- davidoq
- 23 oct 2016
- 5 Min. de lectura
De espaldas a su tenebroso despacho, uno de esos grandes magnates que gobiernan el mundo, posaba sus ojos en el horizonte lejano, oteando la inmensidad de la ciudad, una ciudad que era prácticamente suya.
-Señor Hearst. Su cita de las 12:00.
-Hágale pasar.
(…)
Unos instantes de silencio y por fin se abría la puerta. Una enorme puerta que mostraba la señorialidad y dignidad del caserón. Mientras entraba, John se paró en seco a observar el aspecto lúgubre de la estancia. Apenas una luz de chimenea iluminaba sus pasos. Pero eso a John no le importaba, su trabajo lo había convertido en una criatura de la noche. Una criatura un tanto insomne, alcohólica y agresiva.
-Sírvase una copa. (De entre las sombras surgió una voz. Apenas podía distinguir si era silueta humana o animal, o simplemente una ensoñación) A su derecha... (Seguía escuchando mientras se servía vehementemente un buen lingotazo de vodka) Observe todo ese mundo que hay más allá de la vista. Todo es mío. Todo Sr. Martins. ¿Sabe lo que eso significa?
-…
-Desde el hospital al cementerio. Y ya ni siquiera puedo verlo. Hace ya años que mis ojos se turban en la noche. Pronto ni siquiera podre ver mis propias manos… Es extraño... Un hombre que lo tiene todo, desbancado por los achaques de la edad. Me muero señor Martins. Llevo muriéndome ya largo tiempo. Usted es todavía muy joven para entenderlo… La muerte es una compañera egoísta sabe usted… Será mejor que valla al grano. No quiero hacerle perder más el tiempo con desvaríos de un viejo loco. Si le he llamado no ha sido para contarle mis penas… Quiero que mate señor Martins. Quiero que recuerde al mundo que yo pago mis deudas. No se equivoque señor Martins. Yo ya me tengo ganado un lugar en el infierno. Se que allí será donde acabe para toda la eternidad… Lo que voy a hacer ahora será un simple pie de página en mis memorias…
-Yo no mato Sr. Hearst. Se ha equivocado de hombre.
-Créame Sr. Martins, a esta persona si la matará usted.
-Si deseaba matar a alguien debería haber contratado a un sicario no a mi. (Bebe tranquilamente otro sorbo de su copa. Su mirada permanece impasible a pesar de lo que esta oyendo)
-Déjeme acabar. En cuanto sepa a quien me refiero, no tendrá usted ningún problema en disponer de ello a su antojo. El hombre al que debe matar es a mi señor Martins.
-¿Usted?
-Ya ve que no hay ningún problema. Soy yo mismo el que se lo esta pidiendo. Pronto me iré de este mundo. Pero deseo hacerlo a mi modo, y usted debe matarme. Mi secretaria le dará los detalles. He dejado un sobre con todo explicado. Ahora váyase. Será un hombre muy rico después de todo esto Sr. Martins.
El dinero, siempre el dinero. ¿Qué no habría hecho por dinero? Ahora lo sabía, ahora sabía que estaría incluso dispuesto a matar…
(…)
-Le explicare como va esto. (Una controladora secretaria lo esperaba al salir del despacho del viejo) Ha dejado un sobre para usted. Lo leerá y memorizara y luego lo quemará. Ni que decir tiene que nadie debe saber nada de esto. Espero de usted un comportamiento estrictamente profesional.
-El viejo se ha tomado muchas molestias…
-Usted no lo entiende. ¿Qué pensaría la gente si… Sería el fin de la empresa que tantos años le costó levantar.
-En cuanto muera ya nada importará. (Mientras posaba la copa que se había llevado del despacho del viejo encima de una enorme pila de papeles. Se podía ver como el agua de la condensación iba dejando una ligera huella en los documentos)
-Usted no ha conseguido nada en esta vida, ¿verdad? Para el su empresa es como un hijo. Es su vida. (Apartando el vaso de un rápido movimiento e intentando borrar en un gesto inútil el cerco de agua que había quedado sobre las impresiones) Si cumple con lo asignado y mantiene la boca cerrada será usted rico, será usted muy rico Sr. Martins.
-No es asunto mío el juzgarlo… Creo que tenía algo para mi.
-Sobre la mesa. (Mientras señalaba con su huesudo dedo en esa dirección) El contenido de ese sobre no debe salir de aquí. En cuanto lo lea, destrúyalo.
-Desde luego se han tomado muchas molestias… Podría… (No necesito más para entender la indirecta de que allí sobraba)
-Buena suerte Sr. Martins.
(Se va)
Ha llegado el momento de irme de este mundo. Llevo intentado seguir adelante durante ya mucho tiempo, pero no he podido. Mi vista se ha nublado. Mis piernas apenas me responden. Mi mente… Mi mente se ha vuelto gris como mis manos. Pronto no sabré ni quien soy… No quiero seguir viviendo en un mundo que me lo ha dado todo y ahora me lo niega. Prefiero morir a que me vean como un tullido demente que apenas recuerda su nombre.
Usted Sr. Martins, a usted es a quien he escogido para acabar de una vez con todo esto. Recuerde bien, recuerde lo que voy a decirle…
(…)
El encargo había resultado de los más extraños que había recibido en mucho tiempo, pero aun así la suma de medio millón de dólares, le impedía rechazarlo. Nunca había llegado al punto de matar a nadie. Pero era el propio difunto el que se lo pedía. “Difunto”, como si ya se hubiese muerto. En ocasiones se sorprendía de lo frío que podía resultar a veces.
(…)
Tal y como había dispuesto el viejo, el acceso a la casa se había convertido en un juego de niños. Lo había dejado todo perfectamente hilado… Demasiado bien hilado… Fue entonces cuando John pensó por primera vez en que se trataría de una trampa, un sabotaje en cierta medida autoinflinjido. Todo por sus fervientes deseos de dinero. Aun así siguió adelante… Dejarlo ahora hubiese sido estúpido. Estaba a tan solo unos instantes de hacerse más rico de lo que nunca había soñado. Además había guardado la carta… Estaba en lugar seguro.
Entró en la habitación del fondo. Tal y como había dispuesto el viejo, el tocadiscos estaba ya preparado con el Nocturno nº9 de Chopin. Cogió la aguja, la posó sobre el vinilo y la música empezó a sonar. El viejo parecía haberse despertado. Se debía sentir un poco desorientado porque no paraba de agitarse jadeando en su cama. ¿Se habría arrepentido en el último momento? Eso ya no importaba… Si no hacía su trabajo no cobraría.
Cogió la almohada y con las dos manos la poso sobre su cara. El viejo seguía agitándose pero no se defendía. Parece que realmente quería morir. El nocturno empezó a ganar fuerza y apagó todo posible sonido de suplica o arrepentimiento. John apretó más y más fuerte. Más y más fuerte, hasta que todo se acalló. El tocadiscos dejó la canción para convertirse en un rasgueo de cuando ha llegado a la parte del vinilo donde ya no hay nada grabado. John retiró el cojín del cuerpo sin vida del viejo Hearst. Acallado y en silencio parecía estar dormido, pero el sabía que no era así, estaba muerto… Lo sabía porque él había sido quien lo había matado.
De veras todo había sido muy fácil. El viejo ni se había defendido. Aunque aceptase su muerte… No se porque, pero hubiese pensado que se habría tomado algo para no estar consciente mientras todo esto hubiese pasado… Que se hubiese drogado o algo… Pero no, había querido estar despierto hasta el final… Hasta el último momento.
(…)
En la planta de abajo un teléfono se descolgaba.
-Policía…
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