"El viaje .7"
- davidoq
- 26 oct 2016
- 1 Min. de lectura
Llego entonces el momento que más ira y vergüenza ajena me provocó. Del interior de la iglesia comenzó a salir un sonido metálico. Unos constantes tintineos de monedas que no cesaban, que cada vez se hacían más presentes, más cercanos. Abandonó entonces la iglesia una mujer atada a un cesto, o eso me pareció, mendigando una limosna para un negocio que al parecer no había arruinado lo suficiente al mundo. Chasquido a chasquido, las monedas continuaban cayendo, incluso algún billete acompaño al obituario. ¡ESTAFADORES! ¡TIMADORES TODOS!
La situación se alzaba enrarecida, cada vez más sin sentido. La gente ya no respetaba nada. Limosnas a un lado y cuchicheos al otro. Mi mente se evadió entonces a un mundo de hipocresía, donde un cura impasible continuaba imperturbable su obra mientras sus feligreses entre voces celebraban el no hacerle caso. Los vítores eran altos, y las viejas cotillas no calmaban sus voces entre tímidos susurros. La familia del finado parecía absorta, confundida por la reciente desdicha, que parecía tampoco darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
Me sentí perdido en una película de Buñuel. Confundido y casi indolente. La realidad se había esfumado…
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