top of page

"Campanadas a mediodía"

  • davidoq
  • 29 oct 2016
  • 5 Min. de lectura

Una fotografía puede resultar tan solo una fotografía.

Otras veces puede ser algo más.



-Otra vez aquí. ¿Esperas a alguien?


-Que te den. No tienes derecho a hablarme.


-Eres un maleducado. No tienes derecho a comportarte así conmigo. Yo que nunca te he hecho nada malo. Podrías habernos dado por lo menos la enhorabuena…


(…)


-Mama, mama… Mira ese señor. Esta llorando.


-Hijo no esta bien señalar con el dedo. ¿Le pasa algo joven? ¿Esta usted bien?


-No se preocupe.


-Tome mi pañuelo. Es seda italiana de la mejor calidad. Enjugará sus lagrimas sin dejar la menor rojez.


-Gracias señora… Pero no debe molestarse.


-Una mujer como yo ha sido educada para ayudar al prójimo. Este en la posición que este. No lo olvide.


-Mama el señor florero nos espera.


-Florista hijo mío. Y si ha de esperar un poco que espere. Sería indecoroso dejar a este joven solo.


-Le repito que no debe preocuparse por mi. Son penas del corazón…


-Sal de ahí condenado. Ernesto ve a buscar a ese perro. No ves que esta molestando a todo el mundo. Perdone a mi hijo. Decía usted.


-Tonterías… Recordaba nada más.


-Esta usted de luto amoroso, es normal que llore. Pero no debería hacer que esto durase. Es usted aún muy joven.


-¿Cuál es su columna favorita?


-¿Cómo dice?


-¿Qué cual es su columna favorita?


-No lo entiendo… Ninguna. Puede que cualquiera. Me resultan todas iguales.


-¿De veras se lo parece?


-Pues claro, son solo columnas. ¿Es que acaso usted ve algo más?


-Creo que por una cosa o por otra son todas ellas diferentes y eso…


-Ernesto trae a ese perro. Dejad de enredar los dos que aún os vais a hacer daño. Perdone usted. El muy tunante es un bala perdida. Tendría usted que ver la guerra que me da a veces. Si yo le contara… Pero hábleme de usted. Porque lloraba. No sea tímido, lo escucharé sin juzgarlo.


-Mi amada se caso hace poco con mi mejor amigo.


-Su amada y su mejor amigo. Debe ser duro eso. Mi Saturnino que en paz descanse también tuvo varias novias antes de conocerme. Pero las dejo a todas por mi. Ya verá como pronto le pasará lo mismo y conocerá a una joven muchacha que lo quiera. Créame cuando le digo que las hay a montones.


-Si pudiera largarme y no volver nunca a verla lo haría.


-Pues hágalo. ¿Qué se lo impide?


-Mama el tren. El tren…


-Si cariño muy bonito. Tú quédate a mi lado no vayamos a tener un disgusto. Hable joven. No se sienta cohibido.


-Pues verá aun no he acabado la escuela ni tengo dinero ni nada.


-La vida no siempre es fácil. ¿Pero si no puede usted irse que hace aquí?


-Me gusta soñar con que me voy lejos. Con que me alejo de esta vida mía y jamás vuelvo. Me habrá tomado por un tonto pero me gusta sentir los trenes cerca de mi. Y cualquier día… Subirme a uno y desaparecer en el horizonte.


-No se preocupe muchacho. Es normal lo que usted dice. Cuando nos pasa algo malo es normal querer estar lejos.


-Me tomaría por un loco si gritase.


-Grite si eso le hace sentir mejor.


-¿De veras no le importa lo que pensaría la gente?


-La gente es libre de pensar lo que quiera. Grite si así lo desea.


-Es usted muy valiente señora si es capaz de no preocuparse por lo que pensaran los demás. Pero a mi si me preocupa y mucho.


-Los jóvenes siempre se preocupan por las apariencias. Pero eso pronto se olvida. A medida que nos hacemos viejos nos volvemos más valientes.


-Valentía es lo que me falta a mi… Torpe de mi. Le he manchado su pañuelo de seda italiana. Le compraré otro, le juro que no se como pero se lo pagaré.


-El pañuelo es lo de menos muchacho. Creo que escogería esta.


-¿Cómo dice?


-La columna. Creo que me quedaría con esta. Es la más hermosa de todas. ¿Cuál había escogido usted?


-La misma.


-Lo dice de veras, o simplemente intenta complacerme porque se siente culpable por lo del pañuelo.


-Se lo aseguro. Llevo viniendo aquí ya más de una semana y siempre escojo la misma. Un día llegué a dudarlo… Pero efectivamente la que usted ha señalado es mi favorita.


-Ciertamente lo es. Aunque no sabría porque decirle.


-¿No tenía que ver usted al señor florista?


-Le diré que me he olvidado. No sería la primera vez que falto a una cita. Asumirá que soy una despistada como han hecho otros en su momento y se quedará en una simple anécdota.


-Pero no haga eso por mi.


-Descuide es un hombre fuerte sabrá asimilar el golpe de un plantón fortuito. Sentémonos si le parece. Llevo todo el día andando y necesito algo de reposo. Fíjese bien 26 años que tengo y aparento al menos 30. Esta vida que llevo… Ya vuelvo a hablarle de mi. Perdóneme en mi insolencia. Soy todo oídos.


-No se preocupe. Me gusta escuchar. Al menos así me distraigo.


-Pues si desea escuchar tengo toda una vida para contarle. Ve a ese niño de ahí, ni siquiera es mi hijo. Yo lo trato como tal pero ni llevamos la misma sangre. Me hace gracia cuando paseamos por la calle y las señoras dicen lo mucho que nos parecemos.


-A mi también me había engañado. Estaba seguro de que era su hijo.


-Era hijo de mi difunto esposo. Su primera mujer murió en el parto y Ernesto fue el resultado.


-Aun así se ve que lo quiere.


-Más que a mi vida. Ernesto es un chico muy dulce, un poco trasto a veces, pero es lo normal en un niño. Ve esta foto. Es una foto de su madre y mi esposo. Siempre la llevo conmigo porque no quiero que el pequeño olvide el rostro de sus padres.


-Era muy guapa. No quiero decir que usted…


-Si lo se. Era verdaderamente guapa. Se que no soy fea pero ella era realmente hermosa. A una belleza como la suya no podía hacerle justicia foto alguna, pero creo que esta la captó muy bien. Yo la conocí sabe usted. Éramos amigas. Cuando murió yo me encargue del niño y después… Ya se imaginará.


-Las campanas ya llaman a misa. Creo que debo irme.


-No me había dado usted la impresión de ser un joven religioso.


-En absoluto, pero hay ciertas formas que uno debe mantener si quiere evitar chismorreos o comentarios indecorosos.


-Olvidaba que a usted le importaba lo que dijesen a sus espaldas. Si yo le contara lo que dicen de mi no se preocuparía usted tanto. Ernesto vamos. ¿Qué te parece si compramos unos pastelillos antes de ir a casa?


-Siii. ¿Podemos coger uno para la prima Sara?


-Ya sabes que no puede comer esas cosas.


-Pero le hará ilusión que nos hayamos acordado de ella.


-Tú lo que quieres es tener ración doble para ti solo. De acuerdo le cogeremos también uno a ella… Despídete de este joven.


-Adiós señor.


-Adiós muchacho. Adiós señora. ¿No me ha dicho como se llamaba?


-Hay cosas que es mejor no saber. ¿No le parece? Digámonos adiós y esperemos volver a vernos. Entonces le diré como me llamo.

 
 
 

Comments


A NEW WORLD,

A NEW BEGINING

#1 

Porque he olvidado y me han olvidado

 

#2

Porque he sufrido y me han hecho sufrir

#3

Porque ya no cuento ni me han hecho contar

© Copyright

© 2023 by Salt & Pepper. Proudly created with Wix.com

bottom of page