"Amanece"
- davidoq
- 19 dic 2016
- 2 Min. de lectura
Todavía se podía sentir el silencio de esos minutos justo antes de amanecer, cuando la ciudad todavía permanece dormida. Yukio, no se vio con fuerzas de esperar a que se despertase para irse. Apartó cuidadosamente su brazo. Recogió el pantalón del suelo.
-¿Te vas? –estaba despierto. Al igual que él, no había pegado ojo en toda la noche.
-Si –contestó sin apartar sus ojos del suelo mientras seguía buscando su camisa.
-¿Te da igual verdad? Ahora que me has follado ya te has aburrido de mi.
Yukio pensó que lo mejor sería contestar rápidamente con un “no” a esa pregunta, sin que diera tiempo a expresar dudas, pero no fue capaz de mentir. Reusó a decir nada.
-Al menos no mientes. No soportaría que me mintieses.
-Lo siento –Yukio seguía sin poder mirar a los ojos de su acompañante. Una mezcla de vergüenza e indiferencia le hacía apresurarse a vestirse. Quería salir de ahí lo más rápido posible.
-No es verdad. No lo sientes –dijo mientras cogía uno de esos apestosos cigarrillos que Yukio tanto odiaba-. Genial, ahora no encuentro el encendedor. ¿Podrías pasarme la americana?
Yukio continuaba anudándose la corbata ajeno a lo que aquel desconocido decía.
-¿Cómo dices?
-La americana. Sobre el escritorio –señaló con un gesto de cabeza.
-Claro –Yukio cogió la americana y se la acercó en lo que fue un gesto que hasta él reconocía frio y sin el menor sentimiento-. Parece que ya se hace de día.
-¿Por qué me yo? –preguntó al tiempo que encendía aquel maloliente cigarrillo.
-¿Por qué tú que?
-Con todos los tíos que había. ¿Por qué me escogiste a mi? Podrías tener a cualquiera- decía la verdad y Yukio era consciente de lo guapo que era y de que efecto causaba su belleza tanto en hombres como en mujeres.
-No se –desde luego si lo sabía, pero un tanto por no querer herirlo, otro tanto por no querer alargar la conversación, decidió que la mejor forma de proseguir era con aquella evasiva.
-Desde luego. ¿Por qué ibas a saberlo? –dio una calada, miro hacía su guapo compañero que ya había acabado de vestirse y soltó todo el humo en su dirección. Era consciente de lo poco que le gustaba que alguien fumase en su presencia y actuaba en consecuencia.
-Me voy ya.
-Hubiese resultado más fácil que me hubiese hecho el dormido.
-Si –dijo mientras abría la puerta con la seguridad de alguien que abandona un lugar para no volver nunca.
-Me mataré –cerró la puerta. Le daba igual.
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